Cada año durante las festividades de San Sabestián, en Diriamba, sobre todo entre el 19 y 20 de enero, un amplio grupo de adiestrados bailarines, ataviados con trajes multicolores, una pequeña capa sobre sus hombros, una máscara de madera similar al rostro de los conquistadores españoles y sombreros de copa alta cubiertos con plumas de pavo real, recorren el trecho de camino que separa este municipio,  de Dolores y Jinotepe.

En este baile participan dos grupos de jóvenes, de ambos sexos, dispuestos en fila, guiados por un capitán, con el toro al centro, que va apartando o corneando a los pobladores que se colocan a lo largo del camino entre los municipios antes señalados.

Durante el baile del Toro Huaco, los bailarines se mueven como una serpiente, que representa a Quetzalcóatl, al ritmo de un chischil de lata que mueven acompasadamente.

Esta es una celebración centenaria en la que además participan más bailarines interpretando otro famosísimo baile, El Güegüense, y otros que son parte del folclor nacional como El Viejo y La Vieja, El Gigante y Las Inditas.

Los artistas realizan estos bailes como una forma de pagar promesas al santo y por mantener la tradición que se viene transmitiendo de generación en generación.

La festividad de San Sebastián atrae a muchos promesantes de todo el país y los devotos caraceños, a como lo manda la tradición, reparten entre los asistentes picadillo, también conocido como masa de cazuela, acompañado de chicha de jengibre, que generalmente se entrega en bolsa de plástico, y cajeta negra.

Durante el recorrido de San Sebastián hacia el municipio de Dolores se realiza el famoso tope de los santos, es decir hay un encuentro de San Sebastián, San Marcos y Santiago, estos dos últimos corresponden a los municipios de San Marcos y  Jinotepe.