La tierra de lagos y volcanes se viste de colores y tiene sabor a dulces en diciembre, sobre todo el día 7, cuando los nicaragüenses celebran La Gritería en honor a la Purísima Concepción de María, un festejo que data de 1857, y que nació en la Iglesia San Francisco de León, según datos históricos.

Es una fiesta que combina la religiosidad con las expresiones folclóricas de Nicaragua, uniendo a miles de personas, tanto católicos como de otras religiones, en diversas partes del país, en las vísperas del banquete de la Inmaculada Concepción de María, patrona del país.

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La ciudad de León, por ser la cuna de esta tradición, recibe anualmente a centenares de personas que se congregan minutos antes de las 6:00 p. m., en el centro histórico, en el atrio de la Catedral para responder al grito de “¿Quién causa tanta alegría?”, pronunciado por el obispo de turno, y presenciar el derroche de pólvora que es acompañado por tambores, sirenas, campanas, toros encuetados, la gigantona y el enano cabezón más ritmos que caracterizan a la ciudad que tanto amó Rubén Darío.

Posteriormente al grito, las familias, turistas y visitantes recorren las principales calles de la ciudad, deteniéndose frente a las casas adornadas con altares. Los “purisímeros” se acercan a cantar y recibir las emblemáticas “gorras” o “brindis”, una mezcla de alimentos cocinados o crudos, bebidas, dulces tradicionales como cajeta de coco, gofio, churros, así como utensilios y productos para la cocina.

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Pero más allá de un festejo colorido, La Gritería une a las familias y es un momento para compartir. Catalina Gonzáles, nicaragüense que vive en los Estados Unidos, reunida en la sala de su casa con su mamá de 84 años, hijos, hermanos y sobrinos, cuenta que viene desde California y su sobrino de España para celebrar con su familia la Purísima, una tradición que fue heredada a cinco generaciones.

Manifiesta que todos los años su familia hace su altar para homenajear a la madre de Dios, únicamente con ramas de madroño, árbol nacional, y en el centro colocan una imagen de madera de la Virgen de la Concepción que tiene más de 100 años, “fue heredada a mi abuela, por su mamá, y hoy la conservamos. Es una reliquia familiar”.

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María Salinas, habitante del barrio San Sebastián, dice que realizar La Gritería es demostración de fe, amor y compartir, lo que su familia ha estado haciendo desde hace más de 50 años.

A sus 76 años, sonriendo, doña Rafaela Morales comenta que hace La Gritería desde que tiene memoria; su altar, que tardó dos días en arreglar, está decorado con piñatas en forma de dragones, ramas y flores de madroño y velas. Posee una imagen del fallecido obispo emérito de León, monseñor Bosco Vivas, a quien recuerda ella en estas fechas por la cercanía que tenía él con su familia.

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La Gritería, también es un festejo de jóvenes, amigos y parejas se reúnen para “gritar”, como Cristhian Rodríguez, con un balde en su mano y una mochila en hombros dice que desde que recuerda ha participado en la Purísima. “Es un momento familiar y para seguir creciendo en nuestra fe en Dios y la Virgen”.

Esta fiesta, que es símbolo de amor y hermandad, se celebra en todos los rincones de Nicaragua, desde lo más alto de las segovias y en las comunidades más alejadas del Caribe, La Gritería o Purísima viene anualmente a unir a las familias y amigos, y permite a todo un pueblo compartir lo poco o mucho que tiene con los demás.